¡ B i e n v e n i d o s !
Un gran novelista de nuestro tiempo nos expone que “la vida no es lo que uno vivió, sino lo que uno recuerda y como lo recuerda para contarlo”. En esencia este es el fin de esta blog, sin mayor pretensión que ser el punto donde converjan ecos de los recuerdos de aquellas aventuras vividas, que hoy perpetuamos con una ternura infinita, y que no podríamos imaginar de otra forma nuestro descubrimiento del mundo. Estamos aquí pues, escrutando nuestra memoria baúl de los recuerdos para contarles de la mejor forma posible como entro el Escultismo en nuestra vida.
¿Qué es lo más importante que has hecho en tu vida?
Ante el cuestionamiento de “¿Qué es lo más importante que has hecho en tu vida?” pueden surgir muchas respuestas, pero, cuántas de ellas ¿realmente son importantes? En cierta ocasión, durante una charla que di ante un grupo de abogados, me hicieron esta pregunta: ¿Qué es lo más importante que han hecho en su vida? La respuesta me vino a la mente en el acto, pero no fue la que di, porque las circunstancias no eran las apropiadas. En mi calidad de abogado de la industria del espectáculo, sabían que los asistentes deseaban escuchar anécdotas sobre mi trabajo con las celebridades.
Pero he aquí la verdadera, la que surgió de lo más recóndito de mis recuerdos. Lo más importante que he hecho en la vida tuvo lugar el 8 de octubre de 1990. Comencé el día jugando golf con un ex condiscípulo y amigo mío al que no había visto en mucho tiempo. Entre jugada y jugada, conversamos acerca de lo que estaba pasando en la vida de cada cual. Me conto que su esposa y el acababan de tener un bebe. Mientras jugábamos llego el padre de mi amigo, que consternado, le dijo que su bebe había dejado de respirar y lo habían llevado de urgencia al hospital. En un instante, mi amigo, subió al auto de su padre y se marchó. Por un momento me quede donde estaba, sin acertar a moverme, pero luego trate de pensar que debía hacer: ¿Seguir a mi amigo al hospital? Mi presencia allí, me dije, no iba a servir de nada, pues la criatura seguramente estaría al cuidado de médicos y enfermeras, y nada de lo que yo hiciera o digiera iba a cambiar las cosas. ¿Brindarle mi apoyo moral? Eso, quizás, pero tanto él como su esposa provenían de familias numerosas, y sin duda estarán rodeados de parientes, que les ofrecerán consuelo y el apoyo necesario pasara lo que pasara. Lo único que haría sería estorbar. Así decidí reunirme con mi ellos e ir más tarde a ver a mi amigo.
Al poner en marcha el auto que había rentado, me percate que mi amigo había dejado su camioneta, con las llaves puestas, estacionada junto a las canchas. Decidí pues, cerrar el auto e ir al hospital a entregarle las llaves. Como supuse, la sala de espera estaba llena de familiares que trataban de consolarlos. Entre sin hacer ruido y me quede junto a la puerta, tratando de decidir qué hacer. No tardo en presentarse un médico, que se acerca a la pareja y, en voz baja les comunica que su bebe había fallecido. Durante lo que pareció una eternidad, estuvieron abrazados, llorando, mientras todos los demás los rodeábamos en medio del silencio y el dolor. El médico les pregunto si deseaban estar unos momentos son su hijo. Mi amigo y su esposa se pusieron de pie, y caminaron resignadamente hacia la puerta. Al verme ahí en un rincón, la madre se acercó, me abrazo y comenzó a llorar. También mi amigo se refugió en mis brazos: “Gracias por estar aquí” me dijo. Durante el resto de la mañana permanecí sentado en la sala de urgencias del hospital, viendo a mi amigo y a su esposa sostener en brazos a su bebe y despedirse de él.
Eso es lo más importante que he hecho en mi vida. Aquella experiencia me dejo tres enseñanzas: Primera, lo más importante que he hecho en la vida, ocurrió cuando no había absolutamente nada que yo pudiera hacer. Nada de lo que aprendí en la universidad, ni en los seis años que llevaba ejerciendo mi profesión ni todo lo racional que fui para analizar mis alternativas, me sirvió en tales circunstancias. A dos personas le sobrevino una desgracia, y yo era impotente para remediarla. Lo único que pude hacer fue acompañarlos y esperar el desenlace. Pero estar allí en esos momentos, en que alguien me necesitaba, era lo principal. Segunda, estoy convencido, que lo más importante que he hecho en mi vida, estuvo a punto de no ocurrir, debido a las cosas que aprendí en la universidad, al concepto inculcado de ser racional, así como en mi vida profesional. Al aprender a pensar, casi me olvide de sentir. Hoy, no tengo duda alguna que debí haber subido al coche sin titubear, y seguir a mi amigo al hospital. Tercera, aprendí que la vida puede cambiar en un instante. Intelectualmente todos sabemos esto, pero creemos que las desdichas les pasan a otros. Así pues, hacemos planes y concebimos nuestro futuro como algo tan real, que pareciera que va a ocurrir. Pero, al ubicarnos en el mañana dejamos de advertir todos los presente que pasan junto a nosotros, y olvidamos que perder el empleo, sufrir una enfermedad grave o un accidente, toparse con un conductor ebrio y miles de cosas más, pueden alterar ese futuro en un abrir y cerrar de ojos. En ocasiones, a uno le hace falta vivir una tragedia, para volver a poner las cosas en perspectiva.
Desde aquel día, busque un equilibrio entre el trabajo y la vida, aprendí que ningún empleo, por gratificante que sea, compensa perderse unas vacaciones, romper con la pareja o pasar un día festivo lejos de la familia. Y aprendí que lo más importante en la vida, no es ganar dinero, ni ascender en la escala social, ni recibir honores. Lo más importante en la vida es el tiempo que dedicamos a cultivar una amistad.
Pero he aquí la verdadera, la que surgió de lo más recóndito de mis recuerdos. Lo más importante que he hecho en la vida tuvo lugar el 8 de octubre de 1990. Comencé el día jugando golf con un ex condiscípulo y amigo mío al que no había visto en mucho tiempo. Entre jugada y jugada, conversamos acerca de lo que estaba pasando en la vida de cada cual. Me conto que su esposa y el acababan de tener un bebe. Mientras jugábamos llego el padre de mi amigo, que consternado, le dijo que su bebe había dejado de respirar y lo habían llevado de urgencia al hospital. En un instante, mi amigo, subió al auto de su padre y se marchó. Por un momento me quede donde estaba, sin acertar a moverme, pero luego trate de pensar que debía hacer: ¿Seguir a mi amigo al hospital? Mi presencia allí, me dije, no iba a servir de nada, pues la criatura seguramente estaría al cuidado de médicos y enfermeras, y nada de lo que yo hiciera o digiera iba a cambiar las cosas. ¿Brindarle mi apoyo moral? Eso, quizás, pero tanto él como su esposa provenían de familias numerosas, y sin duda estarán rodeados de parientes, que les ofrecerán consuelo y el apoyo necesario pasara lo que pasara. Lo único que haría sería estorbar. Así decidí reunirme con mi ellos e ir más tarde a ver a mi amigo.
Al poner en marcha el auto que había rentado, me percate que mi amigo había dejado su camioneta, con las llaves puestas, estacionada junto a las canchas. Decidí pues, cerrar el auto e ir al hospital a entregarle las llaves. Como supuse, la sala de espera estaba llena de familiares que trataban de consolarlos. Entre sin hacer ruido y me quede junto a la puerta, tratando de decidir qué hacer. No tardo en presentarse un médico, que se acerca a la pareja y, en voz baja les comunica que su bebe había fallecido. Durante lo que pareció una eternidad, estuvieron abrazados, llorando, mientras todos los demás los rodeábamos en medio del silencio y el dolor. El médico les pregunto si deseaban estar unos momentos son su hijo. Mi amigo y su esposa se pusieron de pie, y caminaron resignadamente hacia la puerta. Al verme ahí en un rincón, la madre se acercó, me abrazo y comenzó a llorar. También mi amigo se refugió en mis brazos: “Gracias por estar aquí” me dijo. Durante el resto de la mañana permanecí sentado en la sala de urgencias del hospital, viendo a mi amigo y a su esposa sostener en brazos a su bebe y despedirse de él.
Eso es lo más importante que he hecho en mi vida. Aquella experiencia me dejo tres enseñanzas: Primera, lo más importante que he hecho en la vida, ocurrió cuando no había absolutamente nada que yo pudiera hacer. Nada de lo que aprendí en la universidad, ni en los seis años que llevaba ejerciendo mi profesión ni todo lo racional que fui para analizar mis alternativas, me sirvió en tales circunstancias. A dos personas le sobrevino una desgracia, y yo era impotente para remediarla. Lo único que pude hacer fue acompañarlos y esperar el desenlace. Pero estar allí en esos momentos, en que alguien me necesitaba, era lo principal. Segunda, estoy convencido, que lo más importante que he hecho en mi vida, estuvo a punto de no ocurrir, debido a las cosas que aprendí en la universidad, al concepto inculcado de ser racional, así como en mi vida profesional. Al aprender a pensar, casi me olvide de sentir. Hoy, no tengo duda alguna que debí haber subido al coche sin titubear, y seguir a mi amigo al hospital. Tercera, aprendí que la vida puede cambiar en un instante. Intelectualmente todos sabemos esto, pero creemos que las desdichas les pasan a otros. Así pues, hacemos planes y concebimos nuestro futuro como algo tan real, que pareciera que va a ocurrir. Pero, al ubicarnos en el mañana dejamos de advertir todos los presente que pasan junto a nosotros, y olvidamos que perder el empleo, sufrir una enfermedad grave o un accidente, toparse con un conductor ebrio y miles de cosas más, pueden alterar ese futuro en un abrir y cerrar de ojos. En ocasiones, a uno le hace falta vivir una tragedia, para volver a poner las cosas en perspectiva.
Desde aquel día, busque un equilibrio entre el trabajo y la vida, aprendí que ningún empleo, por gratificante que sea, compensa perderse unas vacaciones, romper con la pareja o pasar un día festivo lejos de la familia. Y aprendí que lo más importante en la vida, no es ganar dinero, ni ascender en la escala social, ni recibir honores. Lo más importante en la vida es el tiempo que dedicamos a cultivar una amistad.
Promesa de José
Si podemos hablar de un integrante de nuestro grupo que necesita creer en lo que hace, estar convencido del porque lo hace, que se resiste a aceptar dogmas ese es José. Integrante que necesito cocinarse a fuego lento, sin prisas, sazonado con su debido espacio y constancia. Sintiendose hoy seguro acepto por voluntad la gran misión de su vida: ser scout. De ahora en adelante tiene la noble misión de no solo hacer buenas acciones sino de ser bueno. Ser ejemplo de que en el mundo hay jóvenes que apuestan por ser mejores cada día, sin esperar recompensa alguna. Capaces de encontrar la alegría en la naturaleza, estoicos ante la soledad y el triunfo, siempre consciente de la gracia de ser libres para decidir el sendero recto del servicio a los demás. Esperamos en tí, José, que este compromiso sea como bucanada de aire fresco que te impulse a estar cada día más comprometido con el escultismo y con nuestro tan querido grupo. ¡Muchas Felicidades!